La estrecha cintura de su amiga lo volvía loco, y no podía resistirse a tocarla siempre que tenía la oportunidad.
La pechugona vecina de arriba siempre estaba dispuesta a prestarle azúcar o sal, pero él sabía que lo hacía para llamar su atención.
La hermanastra sintió un escalofrío cuando su hermanastro la tomó por la cintura y la acercó hacia él, besándola con pasión mientras sus manos recorrían su espalda.