El amigo, con su magnetismo irresistible, desataba pasiones intensas en la estudiante universitaria dentro del apartamento.
Cada encuentro en el apartamento era como una danza sensual llena de miradas cómplices y roces fugaces.
Cada roce de piel en el apartamento encendía un fuego ardiente y una determinación inquebrantable de no detenerse hasta que ambos estuvieran completamente satisfechos.