La hijastrastra de Carlos era tan estrecha que a veces parecía que no cabía ni un dedo más, y eso lo volvía loco.
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La madrastra gemía fuerte mientras él la penetraba con duro en el sofá del apartamento, disfrutando cada centímetro de su estrecha vagina.
La hijastrastra era tan estrecha que él tuvo que ser muy paciente para no lastimarla, disfrutando de cada centímetro que lograba entrar en ella.
La madrastra de su amiga gemía fuerte mientras él la penetraba con duro en el sofá del apartamento, disfrutando cada centímetro de su estrecha vagina.